Estos días de frío tienen una ambigüedad cruel: por un lado comenzamos la campaña electoral, la esperanza está en marcha, tenemos la voluntad y la capacidad de devolverle la alegría al pueblo, así como los derechos que nos han robado, e ir por más. Estamos contentas y contentos, porque siempre militamos con alegría. Y por otro lado, la realidad cotidiana, como cúmulo de padecimientos y desesperaciones, no se puede ignorar. Niños y niñas, bebés, hombres, mujeres, ancianos. Decenas. Cientos. Miles. No tienen nada, pero nada. Porque decir que no tienen casa es simplificarlo demasiado. No tienen, ni siquiera, la atención del Estado, que ausente e insensible, observa cómo mueren en las calles, porque es ahí donde viven. O donde sobrevivían hasta ese momento, cuando el cuerpo estragado de miseria, no aguantó más. Leer más