Aprendimos, somos mejores

El oficialismo anunció su fórmula presidencial y así escupió el fuego inicial de la pira funeraria del frente Cambiemos. Porque hasta eso ha caído en desgracia: el nombre del frente, que ahora pasará a llamarse Juntos por el Cambio. Parecido, pero no igual. Porque el antiperonismo tradicional de la derecha oligárquica argentina, que tan cómoda recostó su ideología en este gobierno atroz, ha recibido un baldazo de agua helada: un peronista compartirá fórmula con Macri. Es que la imagen del Presidente está tan vapuleada, que en el casting para vice, varios le dieron el no. Lo han acompañado hasta las puertas del cementerio, pero le dan un besito y le avisan que no tienen intención de seguirlo adentro.

El único gusto que parecen darse en el oficialismo es humillar una vez más a la UCR, que no ceja en su evidente afán autodestructivo. Y ese es el único éxito que el partido centenario está obteniendo mientras sostiene la cada vez más endeble estructura macrista, porque desde 1983, esta es la primera vez que no hay radicales en fórmulas presidenciales. Este barco se hunde con frenesí, y las huestes de Sanz y Cornejo ni siquiera pudieron conseguir lugares cómodos para ver el naufragio del que también serán protagonistas. Porque han sido parte necesaria y activa en el saqueo sistemático, el ajuste, el endeudamiento, el hambre. Y la Memoria de este pueblo les deparará el sitio que merecen.

En realidad, que sí o sí tengan que votar a un peronista resulta el mal menor para la elite gobernante, la piedrecita en el zapato. Es apenas una incomodidad que superarán en pos de su voracidad sin límites, lo que no van a poder superar es la cantidad de votos que cosechará la fórmula de la oposición: Alberto y Cristina Fernández. A nadie le resulta indiferente el anclaje popular que ya se ganó esta precandidatura, y que crece con el paso de los días. La ex presidenta demostró una vez más ser el cuadro político más grandioso de estos tiempos, estando siempre varios pasos por delante del resto. Su generosidad y su responsabilidad histórica, sólo son comparables con el inmenso amor que ha demostrado por la Patria. Y que es recíproco, como pocas veces se ha visto en nuestra tierra. Muy, muy pocas.

Entonces, aprendimos tanto de nuestros aciertos como de nuestros errores. Entonces somos mejores. Entonces sólo resta ordenarse en estos días para devolverle la esperanza a Argentina, para reconstruir un país arrasado por el neoliberalismo, triste, desolado. Lo mismo con la provincia de Buenos Aires, lo mismo con la ciudad de Mar del Plata: el futuro esta batiendo palmas en el patio de nuestra casa, habrá que dejarlo entrar.

Todavía vivimos en el infierno que el odio supo construir. Sabíamos que había una sola manera de derrotar tanta indiferencia, tanta desconfianza, la estigmatización, el recelo, el abismo que la derecha siempre gusta construir entre pares. Porque en este desierto de desesperación hemos sabido encontrarnos, abrazarnos. Organizarnos. Por eso estamos de pie, por eso podemos dar una respuesta concreta, plural, diversa, con un profundo anclaje popular, consustanciada con la realidad, producto del esfuerzo y la responsabilidad a la que no le corremos el cuerpo jamás.

Una vez más, como nos enseñaron nuestras Madres y Abuelas, del dolor, de la frustración, del despojo y el desgarro, construimos amor. Y este amor es humildad, es solidaridad, es empatía, sororidad. Es fuerza, es voluntad. Este amor es lucha. Juntos, juntas, estamos construyendo la esperanza. Dejémoslo todo, entonces, por el otro, por la otra. Que no sólo no nos han vencido, sino que además venceremos.