«A Carlitos lo secuestraron en plena función y el público ni se dio cuenta»

Hace cuatro meses el Equipo Argentino de Antropología Forense encontró los restos del actor Carlos Waitz en una fosa común. Había sido secuestrado en plena función en Mar del Plata durante la dictadura. Su colega Jorge Cirelli, recuerda.

Jorge Cirelli empieza a contar esta historia, que también es suya, no sólo porque haya sido testigo de lo ocurrido, sino porque la ha apropiado para sí, la ha internalizado como parte indeleble de su vida. Él es también esta historia. Nos sentamos a la mesa, llamó por teléfono pidiendo café para mí y un cortado para él. Agregó unas medias lunas al pedido, aunque sé que difícilmente las probemos. Le aclaro que la idea es más una charla que otra cosa, y me doy cuenta de que apenas va a necesitar preguntas, porque él sólo empieza a hilvanar una narración que tiene la solvencia y soltura que adquieren los relatos en la voz de quienes ya los han contado muchas veces.

—Carlitos era un militante social-, comienza a contarme Jorge. -No incorporado a las filas de montoneros, nada por el estilo. Carlitos era un buenazo, comprometido con la realidad del momento, más bien un militante social. Estimo que, como todo joven de aquella época, estaría enrolado en las filas de algún peronismo, de juventud peronista, pero más que eso no. Además tenía 21 años. Un chico.

Carlos Waitz

Empezamos por el principio, por cómo conoció a Carlos Waitz, Carlitos, para él, que fue un detenido desaparecido hasta hace poco tiempo, cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó sus restos en una fosa común en Avellaneda y su familia pudo sepultarlo en Mar del Plata. “Lo conocí ahí, yo era más grande que él, tenía 29 años. Durante la obra nació mi hijo, justo cuando estábamos terminando las presentaciones nació mi hijo, en marzo del ’77”. Dice Jorge y por un instante su rostro cambia y se dibuja cierta alegría.

—Él participó de ese proyecto que encaraba un grupo que se llamó Nuevos Actores Marplatenses, que lo dirigía Rubén Benítez. Yo ingresé ya empezados los ensayos de Israfel, esta obra de Abelardo Castillo que coincidía con una reedición de la obra. Y allí integraba parte del electo Carlos Waitz. La obra se estrenó en diciembre, después empezó a caminar bien en el mes de enero del ’77.

Como dato anecdótico, Jorge me cuenta que compartían la sala con China Zorrilla, que tenía su espectáculo cuando ellos terminaban. Cuando le consulto qué le pareció China, cómo se llevaban con ella, me afirma que la considera “Una excelente compañera”. Jorge retoma sin esfuerzo y sin guía el hilo de la narración:

—Así llegamos al 26 de enero de 1977, en ese momento yo estaba en escena. La obra Israfel trata de Edgar Allan Poe. En escena yo contaba un cuento de Poe, interactuaba un poco con ellos…. -Aquí Jorge deja de hablar en pasado y empieza a hablar en presente, como si estuviera otra vez allí. —Y cuando estoy contando el cuento, veo por uno de los costados, a la derecha de los actores, que ingresa el dueño del teatro con… yo no sabía quiénes eran, pero sí pude identificar, porque era común por aquellos años, que era un grupo de tareas (policía).

El Tabernero

Me cuenta que los reconoce por cómo se manejaban, “es decir, ingresan con esa impunidad absoluta, ¿no es cierto?”, “Como los dueños de todo”, acoto, porque casi puedo verlos yo también, a través de sus palabras.
—¡Exacto!-, exclama. -Con actitud de ‘dueños de todo’, de dueños absolutos de la situación. Y ahí, en ese momento… bueno, en el teatro está esa consigna: “uno no se desconcentra”, uno sigue con la obra, pese a que a mí me tocaba de cerca porque había sido secuestrado meses antes. Soy un aparecido con suerte”.- Dice Jorge y sonríe. -Ahí ingresaron a los camarines y preguntaron por El Tabernero, porque Carlitos hacía el papel del Tabernero y… se lo llevaron. Ahí no más se lo llevaron.

Cuando lo consulto si es que Waitz llegó a actuar esa noche, él me cuenta que sí, que llegó a salir a escena en lo que era el primer acto, que se denominaba ‘primera taberna’, y cuando estaba para actuar en la ‘segunda Taberna’, se lo llevaron de los camarines. La obra se terminó de presentar, otro compañero suplió su lugar. Siguiendo al pie de la letra la costumbre del teatro: la obra debe continuar.

—Yo creo que el público no se dio cuenta. –dije Jorge, repitiendo una suposición que lleva más de tres décadas.- Se dio cuenta mi esposa, que a partir de mi secuestro iba a todas las funciones, estaba alerta. Después, como pasaba en esas épocas, cuando terminamos la obra, tanto nosotros como China, decíamos qué pasó, qué es esto, como está, dónde está. Recuerdo que una de las actrices, con otra gente, fue a hacer la denuncia a la comisaría 1era con toda la inocencia…. De ahí en más, nunca tuvimos noticias. Lo que sí supimos es que buscaron a una persona que no encontraron en la casa… Mirá vos como son las cosas –suspira-, y al no encontrarla en la casa, tomaron una agenda de esta chica, -la que no encontraron en el domicilio- y de ahí sacaron el nombre y dirección de Carlitos Waitz. Así llegaron a él….