Tres cosas que no sabías sobre el Malbec

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Mucho se habla sobre vinos y variedades pero, a la hora de hablar de Malbec, son pocas las cosas que sabemos. En esta nota, tres que son esenciales para todo bebedor.
Del Cabernet Sauvignon se habla y se sabe mucho. Del Chardonnay, otro tanto. Bastante ruido hace el Pinot gris, aunque siempre resulta mudo en la boca. Y el Malbec, al menos desde el punto de vista del gran consumo, es una palabra adorable que da vinos delicioso, pero cuyo contenido no trasciende más allá de su sinónimo natural: Argentina.

La razón es simple. Nuestro país, el mismo del tango y de la cumbia, de las hinchadas fanáticas y de las lisas pampas y las altas montañas, es también el principal productor de esta no tan rara variedad. A la fecha, Argentina cultiva 39.600 hectáreas, mientras que el segundo productor a nivel mundial, Francia, ofrece 6.100. Toda una diferencia, que ha convertido al Malbec en un sabor tan argentino como los alfajores de dulce de leche.

Con todo, el Malbec tiene sus secretos. Y a la hora de beberlo, conviene conocer algunos de los más importantes.

Mil nombres para un vino. En la antigüedad, cuando un niño se hacía adulto, tenía derecho a elegir su nombre. Así, durante el medioevo, el Malbec tuvo muchos y algunas fuentes incluso hablan de miles: Côt, Auxerrois, Pressac, Pied Noir y Plant du Roi. En Argentina tuvo el nombre genérico de uva francesa, con la misma magia tan argenta de llamar gallegos a todos los españoles. Pero claro, cuando el Malbec entró en una edad adulta, cuando encontró su lugar en el mundo del vino a escala global, definió su identidad y su nombre. Así, incluso en las regiones donde fue conocido con otros hoy sólo se llama Malbec. Lo que no está claro, en todo caso, es de dónde tomó ese nombre. Para algunas fuentes Malbeck, así, con ck, resulta el legado de un viticultor de origen húngaro de cuyos viñedos habrían tomado las primeras estacas que cruzaron el Atlántico. Y como quien dice “son las estacas de Malbeck”, con el tiempo adoptaría el nombre definitivo, cuando perdiera en algún bache de la historia la letra k que le daba cierre.

El origen del vino. Hasta aquí, sin embargo, se ha hablado mucho de Francia. ¿Cómo y de qué manera el Malbec llegó a la Argentina y se afincó? Esta historia está bien documentada. Todo comenzó un 17 de abril de 1853, cuando el joven gobierno de aquella muy joven Argentina, conformó la primera Quinta Agronómica en Mendoza: una escuela agrícola de la que brotaría con el tiempo el futuro de una región. Para dirigirla contrató a un agrónomo francés que trabajaba en Chile, llamado Miguel Amado Pouget. Fue él quien trajo a lomo de mula y a través de Los Andes, las primeras uvas seleccionadas con criterio comercial. Entre ellas viajaba el Malbec. En los 150 años de historia que siguen a este inicio, lo que sucedió fue lo que sucede en todas las regiones vitícolas del mundo: la observación paciente de los productores generó viñedos de calidad, seleccionando las mejores plantas para hacer poblaciones que a su vez hicieron mejores viñedos. Ese patrimonio genético es hoy el corazón saludable del Malbec y su diversidad.

Muchos Malbec, el Malbec. En un siglo y medio de trabajo a conciencia, lo que se obtiene es algo fuera de serie. Muchas poblaciones de Malbec fueron seleccionadas por el color, los aromas y el gusto de sus vinos, otras tantas viajaron por el país y finalmente hoy tenemos una cobertura amplia. Malbec hay de Salta a La Patagonia, con un claro epicentro en Mendoza, donde cultivamos 86% del total en cinco oasis diferentes. Esa regionalidad, sin embargo, convierte a la variedad en el vehículo ideal para establecer el gusto de las regiones: en el norte, el Malbec es especiado y mullido al tacto; en las zonas altas de Mendoza, frutado y floral, con cuerpo y estructura; en zonas cálidas, fruta pura y cuerpo medio. Así, es posible probar muchos Malbec diferentes hoy, la mayoría con un claro sentido del lugar. En suma, un abanico casi infinito de vinos posibles.

Así las cosas, el Malbec argentino ofrece hoy un vino con historia y con voz propia para contarla. Y así, la próxima vez, entre los siempre ponderados clásicos Cabernet Sauvignon y Chardonnay, habrá lugar para un tercero. Ahora, claro, con nombre propio: Malbec.

 

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