Sui Generis: homenaje en vida

charly nito monumentoUna estatua de bronce que inmortaliza los primeros momentos del dúo Sui Generis en Mar del Plata, cuando Charly García y Nito Mestre recorrían las calles y volanteaban para poder llevar a algún curioso a sus shows en el Teatro de la Comedia, fue -es y será- el gran homenaje que la ciudad de Mar del Plata le hizo a los músicos.

Los homenajes hay que hacerlos en vida. Perdimos la oportunidad con El Negro Olmedo, que se le ocurrió caerse de un balcón. La radio de pronto quedó en silencio con la partida de Fernando Peña. El año pasado, el maestro Luis Alberto Spinetta murió de cáncer. Todos leyendas.

En cambio este es un homenaje en vida a dos personas que son inmortales por su música y porque la muerte simplemente no pudo con ellos; Nito le ganó al alcohol, Charly no perdió contra las drogas y la ciudad le ganó al reloj de arena. Por fin alguien se debe haber preguntado ¿para qué esperar más? ¿para qué esperar lo trágico para recordar? Y ese alguien -o esos- llamaron al escultor Carlos Benavídez para la realización de las dos figuras de bronce de tamaño natural. Benavídez también fue el creador del monumento a Astor Piazzolla que está ubicado en la Plaza del Milenio.

El martes 5 de febrero la cita era las 19 en Rivadavia y Santa Fe. La noticia no sólo era que se iba a descubrir -o inaugurar- una estatua en homenaje a Sui Generis, la noticia era que Charly García y Nito Mestre iban a estar ahí, que Sui Generis iba a tocar una, dos o mil canciones.

Hubo mucha gente, el número es una anécdota. Mil fanáticos, vecinos en balcones, prensa, fotógrafos histéricos y este periodista emocionado y embobado por ver como la historia del rock sigue haciendo historia.

Charly y Nito aparecieron a eso de las 20. Contentos, realmente contentos. Bastantes más crecidos después de 40 años de sus primeros pasos. Con canas, con barbas, con infierno y con esa experiencia que da la vida.

Agradecidos los dos. Nito diplomático. Charly irónico, se agarró los huevos más de una vez para los nerviosos e histéricos fotógrafos y luego disparó: “Es la primera vez en mucho tiempo que tocamos gratis”.

El escenario estaba preparado, Charly pidió silencio y leyó una carta que tenía en su mano con su inconfundible pésima caligrafía con la siguiente frase: “Este es un tributo a la no fama. Al no éxito. A ese momento increíble que es repartir volantes por la lleca (sic) y ver a las personas a las que le diste el volante aplaudiendo a la noche”.

“Ahora soy una estatua, puedo hacer lo que quiera”, bromeó García, como si nunca hubiese hecho lo que quisiera.

Para cerrar una noche de fiesta, el homenaje más grande que se hizo a Sui Generis lo hicieron los mismos Sui Generis. Primero con “Aprendizaje”, que se rieron mucho al cantar: “Nuestro hijo traerá todo lo demás”. Gracias Migue por ser un chiste que uno a dos amigos y no motivo de peleas.

Después la guitarra la tomó Charly para “Canción para mi muerte”. Nadie nunca sabrá que quiso tocar, pero ya lo dijo antes: es una estatua hace lo que quiere. Rompió una cuerda, la tercera, “que nunca me gustó”, dijo.

Aplausos, cariño, respeto y agradecimientos a esos dos señores que tocaron, que hace 40 años eran esos pibes que caminaron nuestras calles, repartieron volantes y formaron un dúo llamado Sui Generis.

También se recordó con una plaqueta al director del Teatro de la Comedio, Gregorio Nachman, desaparecido durante la última dictadura militar.